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El pasado martes 1 de febrero Madrid Infantil fue
invitado a participar en un interesantísimo debate organizado por Walt Disney
España, en torno al tema "Seguridad Infantil & Club Penguin". El
acto tuvo lugar en su sede madrileña y giró en torno a los protocolos de
protección de la infancia que aplica uno de los productos estrella en Internet
de la marca Disney.
Los participantes en el coloquio fueron Guillermo
Cánovas -de la asociación Protégeles-, Diana Calero Valbuena -de Mamá
Saludable-, Catalina Echeverry Atehortua -del blog Mamá También Sabe-, Daniela
Jugo Ávila -de Papás e Hijos-, Victoria Sarlabous -de la web The Ranking-, Ángela
Cartagena -de Kallejeo- y Blanca Costa -del programa Clever Kids, de la empresa
EF (Educacion First)-.
El debate fue presentado y moderado por Elena Trujillo
(Press & PR Coordinator de Disney España) y Maike Bosselman (Account
Executive de la agencia Way to Blue). Ambas explicaron el funcionamiento del
Club Penguin, que básicamente consiste en un juego virtual en tiempo real. En
él participan día a día miles de niños en todo el mundo, que interaccionan
entre sí como si del patio del colegio se tratara. Está diseñado para un amplio
arco de edades, ya que sus protagonistas son unos pequeños pingüinos cuya vida
se desarrolla en un entorno "natural" de hielo y nieve. Cada uno
asume un rol a medida, que puede modificar a capricho.
La isla donde viven estos pingüinos es un trasunto del
mundo real de los humanos, en el que pueden encontrar todos los servicios que
el niño conoce por su realidad más inmediata. Los personajes responden pues a
los mismos impulsos que sus creadores, que bautizan a los pingüinos con su
propio nombre o avatar, y que pueden vestirles de la manera que más les guste o
con la que más se identifiquen. A partir de ahí surgen las infantiles variantes
del juego, que se puede desarrollar en torno a la construcción de un iglú, una
competición deportiva, la elaboración de una pizza en un restaurante o la
intervención de una obra de teatro, por poner algunos ejemplos. Unas divertidas
mascotas peludas llamadas 'puffles' les guiarán por la aventura.
Un extenso equipo de programadores trabaja para
ofrecer novedades cada semana, siendo sus fiestas temáticas el gran incentivo
de los asiduos al Club Penguin. Sus contenidos son estrictamente
"blancos", es decir, que huyen de todos esos aspectos que a los
padres y madres nos preocupan, como la competitividad violenta, el exceso de
acción que tan nerviosos pone a los niños, la saturación de efectos visuales o
cualquier otra de las características que tanto nos hacen renegar de los
videojuegos más vendidos.
Ya metidos en materia, Guillermo Cánovas, presidente
de Protegeles, valoró así el entorno de seguridad con el que cuenta el niño en
el Club Penguin: "en mi opinión no existe el peligro de cualquier red
social: no hay un volcado excesivo de información personal, ni siquiera fotos,
ya que el niño navega con el avatar de un pingüino. El registro en la web lo
hacen los padres, no hay contacto con extraños porque nadie sabe quién es el
pingüino vecino y, por último, no existe 'cyberbullying' porque es imposible
que éste se manifieste como tal". Cánovas también quiso resaltar la
importancia de que el niño contemporáneo -muchas veces urbano- socialice desde
su casa cuando no pueda hacerlo de forma directa en la calle o el colegio.
"Este tipo de ocio mejora las relaciones sociales, previene el individualismo
y fomenta la socialización, una necesidad real entre los niños de hoy en
día".
Las dudas de las periodistas y madres blogueras, así
como de aquellos que somos padres de usuarios del Penguin, incidieron en el
manejo del chat de usuarios. En éste los niños se expresan libremente hasta que
incurren en algún tipo de sanción por uso ofensivo del lenguaje o el empleo de
términos inadecuados. Por propia experiencia, la eficacia de este sistema de
filtros es absoluta, como lo prueba que el niño sea expulsado de inmediato del
juego durante un día, 72 horas o de forma permanente en castigo proporcional a
la gravedad de su infracción.
La monitorización se efectúa a un tiempo de forma
automática y manual, ya que los moderadores -pese a trabajar desde Canadá-
dominan el castellano y efectúan un seguimiento preciso del modo en que
expresan nuestros hijos en su entorno más cotidiano. Todo parece pues
controlado con un celo absoluto, en lo que se revela como una de las marcas de
la casa del Club Penguin: la seguridad del entorno virtual, al que además
pueden acceder los padres/madres para conocer el historial de sus hijos. En
este informe en tiempo real figuran los pagos, expulsiones y el tiempo de
navegación totalizado, y desde su panel de control se puede cambiar la contraseña
del niño, el tipo de chat que utiliza (estándar o de alta seguridad) y hasta
programar el día y la hora de inicio y final del tiempo de juego. La labor de
los moderadores se apoya en las consultas de los propios chavales, que pueden
solicitar su intervención si se consideran agredidos o violentados. Existe
asimismo la posibilidad de que un usuario denuncie el comportamiento de otro.
Así las cosas, los representantes de los medios
presentes en la mesa redonda señalaron la necesidad de que empresas tan
poderosas como las del sector audiovisual dediquen tiempo y recursos a blindar
este tipo de comunidades virtuales de posibles agresiones externas. Se apuntó
también que el crecimiento exponencial en el consumo de este tipo de productos
de ocio es ahora mismo un hecho más que constatado, por lo que hay que exigir a
los fabricantes y distribuidores un mayor rigor en la catalogación de los
juegos. Que un juego sea apropiado para una determinada edad en Estados Unidos
no significa que también lo sea para Europa, y viceversa. Faltan criterios
claros en este sentido, y falta información por parte de las marcas hacia las
familias, que muchas veces desconocen los peligros que conllevan las
plataformas de juego online. Se habló de la responsabilidad social corporativa
que hay que exigir a las grandes firmas del ocio digital, a las que hay que
dejar claro que ante todo están los derechos del niño y la defensa de la
infancia.
Semejantes carencias o
fallos no parecen afectar al Club Penguin, un producto que desde Madrid
Infantil consideramos modélico en su planteamiento y desarrollo. La aplicación
carece de publicidad externa, es visualmente atractiva para los niños y
demuestra que se pueden hacer las cosas sin los efectismos y excesos propios de
los videojuegos que nuestros hijos alquilan en franquicias como Game o Game
Shop. Sólo hay algo que no nos gusta del Penguin: que premie con monedas
virtuales los comportamientos cívicos o solidarios de los pequeños jugadores,
sus pequeños trabajos y la superación de retos o desafíos. En cualquier caso,
incluso desde la web Protégeles se defiende esta práctica como un inocuo modo
de incentivar el esfuerzo y su consecuente recompensa "material".