Centro
de Iniciativas Ferroviarias Vapor Madrid (C.I.F.V.M.)Avda. de la Azucarera,
4-6-8
28500 La
Poveda - Arganda del Rey (Madrid)www.vapormadrid.com
Cómo
llegar:
- en
coche: desde Madrid: tomar la salida 22 de la A-3 (Arganda). En la primera
rotonda, tomar la carretera M-300 en dirección La Poveda/Campo Real/Alcalá de
Henares. Después del semáforo hay que girar a la izquierda a unos 30 metros.
- Metro:
Línea 9, estación de La Poveda.
- Bus:
Líneas 311-A y 312-A desde la plaza del Conde de Casal. Calendario y
horario:Temporadas de apertura al público: marzo, abril, mayo, octubre,
noviembre y diciembre.
Horario:
domingos, de 11:00 a 13:30 hh. El resto de la semana no abrimos.
Salida
de trenes: domingos a las 11:30, 12:30 y 13:30 hh.
Aunque
es nuestra prioridad mantener el servicio, ocasionalmente puede verse
suspendido por causas de fuerza mayor.
Precio:Tarifa
única para visita al Museo y viaje en el Tren: 5 euros.
Solo los
niños de menos de 3 años que viajen en brazos (sin ocupar asiento), no pagan.
El viaje
en el tren dura 35 minutos aproximadamente. La visita al museo puede precisar
de 15 a 30 minutos. Para grupos de 10 ó mas personas es conveniente reservar
unos dias antes. En todos los casos se recomienda llegar al menos 20 minutos
antes de la salida de su tren.
Vapor
Madrid es el nombre de una asociación de particulares que vela por el recuerdo
del tren de Arganda, ese “que pita más que anda”. En tiempos de alta velocidad
y ferrocarriles que compiten en precio con el avión, este grupo de aficionados
a las locomotoras clásicas han logrado preservar el encanto del viaje en tren
de vapor. Su labor se visualiza en dos grandes proyectos: un pequeño museo que
recrea la ruta Madrid-Arganda y una actividad complementaria de éxito
indiscutible: un viaje de 35 minutos a bordo de un convoy recuperado a tal
efecto. Los voluntarios de Vapor Madrid fueron también los inspiradores de la
recreación de uno de los combates más decisivos de la Guerra Civil: la batalla
del Jarama. Fue en abril de 2008 y a día de hoy constituye aún una de las
escasas y valientes iniciativas en pro de la normalización de esta etapa de
nuestra historia. Ya en el presente, el trayecto en ferrocarril histórico
resulta tan excitante para los niños/as que se hace difícil convencerles de las
excelencias del Museo… que las tiene y muchas. Ocupa una nave del polígono
industrial al que pertenece, y en su interior está todo aquello que ayuda a
contextualizar la experiencia del día. Lo primero que encuentra el visitante es
un vestíbulo cerrado a modo de túnel, en cuyas vitrinas se exponen piezas y
objetos relacionados con el mundo ferroviario a su paso con Arganda.
Un
maniquí vestido de guardarraíl nos introduce en este viaje por un tiempo en que
viajar en tren era una pequeña aventura. Los operarios de las estaciones
manejaban faroles y candiles a falta de luz eléctrica y muchas de las
operaciones dependían de ingeniosos artilugios hoy sustituidos por su evolución
en moderna tecnología. Son especialmente curiosas las pequeñas exquisiteces de
las que gozaban los pasajeros con billete de primera o la colección de billetes
y tarjetas de viaje que sirvieron a generaciones enteras de vecinos para
trasladarse a la capital. Están los bronces de identificación que distinguían a
cada servicio xxx
Numerosos
documentos y fotografías dan testimonio de una vida intensa sobre los vías:
desde la imagen de incidente de descarrilamiento a la estampa de un revisor en
pleno equilibrio por una plataforma situada en el exterior del vagón. Este
archivo fotográfico no es exclusivo de esta zona del Museo, ya que por todo él
abunda la memorabilia gráfica, documental y hasta literaria: párrafos de Camilo
José Cela relacionados con el tren de Arganda, participaciones de lotería o
acciones de la compañía ferroviaria o estremecedoras fotografías como la de
unos presos encadenados redimiendo sus trabajos forzosos en condiciones de
práctica esclavitud. Los fondos del Museo también cuentan mapas, indicativos de
señales, folletos de precios y trayectos, etc.
Varias
imágenes reproducidas en las lonas de gran tamaño cubren las paredes del Museo.
Del blanco y negro al color… y de la cultura de la subsistencia al ocio
dominical por la Vía Verde del Parque Regional del Sureste. Los carritos con
baúles y precarias maletas hablan de una España anterior a la guerra civil, de
la miseria de la posguerra y de la relativa bonanza a la que fue accediendo la
clase obrera durante la segunda mitad del siglo XX. Toda esta paquetería se
exhibe junto a las herramientas y útiles que antaño sirvieron para mantener la
vía ferrea en las condiciones adecuadas.
Algunas
pequeñas locomotoras descansan sobre sus ahora vías muertas. No son las únicas,
ya que frente al Museo se encuentra expuesto un convoy más de tren de arrastre
y varios vagones de pasajeros. Es el entorno más adecuado para dar ambiente a
este andén de circunstancias. De allí parte el tren turístico, todo un pequeño
acontecimiento que comienza tras la aplaudida llegada del “ojito derecho” de
Vapor Madrid, la locomotora Arganda de la marca Henschel & Sohnn.
TREN
TURÍSTICO LA POVEDA-RIVAS VACIAMADRIDEl coche de viajeros es una delicia. La
restauración resulta ejemplar y nada quedan de las posibles incomodidades de
antaño. El convoy lo constituyen dos vagones grandes y uno más pequeño al final
de la serie. La cosa comienza tranquila, pero pronto se anima con el
estruendoso y famoso pitido del tren, un sonido tan característico que no nos
extraña que definiera por sí solo la naturaleza del Madrid-Arganda del siglo
pasado.
La
locomotora Arganda, construida en 1925, es la encargada de arrastrar todo el
peso de los vagones y sus viajeros. Tras retroceder unos metros, el grupo
comienza su viaje entre la curiosidad y la emoción. No todas las ventanas
pueden ser abiertas, por lo que hay que estar atento y tratar de coger uno de
estos asientos estratégicos. Al principio los niños se muestran muy formalitos,
pero no tardan en disputarse el acceso a la plataforma exterior que comunica
con la máquina de cabecera.
El viaje
discurre por los campos que rodean Arganda hasta llegar al puente que cruza el
río Jarama, el famoso puente de hierro felizmente recuperado por su carga
histórica y contemporánea. Las vistas son espectaculares y el contacto con la
naturaleza se nos cuela hasta por las ventanas de los vagones. Un intenso olor
a vapor en ebullición inunda el interior de los pasajes, lo que hace que el
evento sea ya 100% sensorial. Son las ventajas del ferrocarril de vía estrecha,
que toma sus curvas provocando una divertida inclinación de los vagones
mientras continúa su avance a intensos y continuos tirones.
La
maniobra de remolque continúa hasta la laguna del Campillo, en el término
municipal de Rivas Vaciamadrid. Allí la locomotora se desprende del transporte
y avanza hasta cambiar de rail y situarse justo en el extremo opuesto del
convoy. Volvemos por lo tanto por la misma ruta que hemos hecho en sentido
inverso, y en la que únicamente sobra esa horrible fábrica de áridos que
estropea la visión del lago y su entorno. Puede ser el momento perfecto para
deleitarse con algunos de los carteles que advierten de las divertidas normas a
respetar durante el viaje: “prohibidas las palabras y expresiones soeces”, “no
escupir al suelo”, “prohibido arrojar objetos a la vía” y otras similares.
La
última etapa del viaje discurre por la antigua estación de La Poveda, un
entorno recuperado gracias a la labor de los alumnos de la Escuela Taller del
municipio. A escasos metros de los antiguos andenes están la casilla de “vía y
obras” y el denominado “tanque de la aguada”, un depósito situado junto a una
vieja barrera de paso a nivel. Una marquesina para los viajeros, la caseta del
guardaagujas y hasta el edificio de los “retretes” completan las instalaciones.
El puente de señales y la carbonera también ayudan a que todo parezca estar
listo para su funcionamiento regular.