Terraza y rocódromo en el Campo de Rugby de la Universidad Complutense de Madrid (Moncloa-Aravaca)

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Ciudad Universitaria. Avenida Juan de Herrera -
Plaza del Cardenal Cisneros (frente al Museo del Traje) - C./ Obispo Trejo.





Tengo una amiga que me ha contado que los sábados por la mañana su “ex” lleva mucho a su hija a este rincón de la Ciudad Universitaria. Él puede tomarse una cervecita en la terraza, mientras la niña prueba sus habilidades de alpinista en el rocódromo situado a apenas unos metros. ¿Terraza? ¿Rocódromo? ¿De qué lugar estamos hablando?, se preguntaría cualquier antiguo alumno de la UCM.

Muchos pasamos allí unos añitos y sin embargo nunca nos enteramos de dónde estaba este particular edén del ocio “terracero”, al que tan afín somos desde que tuvimos niños.
Nosotros lo descubrimos de una forma curiosa, cuando un padre del colegio dejó en la AMPA unas invitaciones para que quienes quisieran fuesen a ver un partido de rugby. Efectivamente, aquel sábado vespertino experimentamos nuestro bautizo de fuego en el deporte del Cinco Naciones. La llamada pista central de la Ciudad Universitaria vio perder a un equipo español frente a uno francés, mientras nosotros aprovechábamos para tomarnos un café en unas pequeñas lomas de césped que funcionan como gradas improvisadas.



El bar-quiosco que da servicio a todo el complejo es uno de los más atractivos que podemos encontrar en Madrid. Lo que más nos gustó fue la posibilidad de comprar varios platos ya elaborados, de esos que te salvan la tarde: ensaladas mixtas y de pasta, perritos y bocadillos calientes, Su peculiar carta de conveniencia se completa con snacks de todo tipo, dulces y chucherías, Todavía sirven la cerveza en minis, que es como nos gusta tomarla. Hay una máquina de latas en el exterior de la casita, aseos públicos sin tener que pasar por el interior ni pedir la llave y hasta una de esas cabinas que Telefónica se empeña en desterrar del paisaje urbano de nuestras calles.

El recinto es tan grande que incluye numerosas instalaciones deportivas. La principal es el campo de rugby, que muchos suelen confundir con ese otro que asoma a espaldas de la Facultad de Periodismo -el que se ve cada vez que pasas por la carretera de la Coruña a la altura del Palacio de la Moncloa-. El que nos ocupa parece más cuidado y equipado, ya que a su alrededor hay pequeños graderíos con accesos más o menos directos desde varios puntos de las calles adyacentes. No faltan el marcador electrónico ni el palco de autoridades, guarecido por una mínima techumbre.

A un lado de la primera portería de rugby hay una pista de atletismo circular y de tierra, en cuyo interior comparten espacio dos canchas de voleibol y una gozosa pradera sobre la que jugar al fútbol o tirarse a ver cómo los demás hacen deporte -que como todo el mundo sabe es una cosa muy sana-.

Una mención aparte merece esa doble pared oblicua de escalada a la que nos referimos antes. Alrededor de sus dos caras se concentran los chavales con ganas de experimentar su pericia alpinista, en un espacio que comparten por igual niños pequeños y jóvenes amantes de la cuerda y el arnés.

Todo el perímetro está rodeado de unos colchones de un material similar a la gomaespuma, que amortiguan las posibles caídas y tropiezos. No parece desde luego el "rocódromo" más complicado de cuantas conocemos en Madrid, como demuestran los tímidos y exitosos pinitos de nuestros retoños montañeros. La parte de abajo se revela bastante menos dificultosa, en contraste con la verticalidad e inclinación de la parte superior.



A escasos metros existen una zona de calentamiento para los aficionados a la carrera constante y una cancha de baloncesto que completa la nota deportiva de la jornada. Mucho más allá, en dirección a la Avenida de Martín Fierro, el Consejo Superior de Deportes y la sede del INEF (Instituto de Educación Física), la Complutense ubicó un segundo campo de tierra -esta vez de fútbol- y un pabellón de deportes cubierto.


He consultado mi agenda de conciertos y estuve allí a mediados y finales de los años ochenta, viendo sendos festivales y conciertos de grupos en directo. Sin duda eran otros tiempos, cuando hacer deporte tenía su importancia, sin que por ello se mermase la alternativa de uso de los espacios universitarios para la música en vivo y el saludable esparcimiento estudiantil. Luego llegó el “botellón” y ahí se “j***ó” todo… “Llegó el Comandante y mando a parar” que diría el otro -de acuerdo, no fue el Comandante Che Guevara, sino el Decano Gustavo Villapalos de turno-.

 

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