Sala Canal de Isabel II (Chamartín)

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C./ Santa Engracia, 125.
91 - 545 10 00 (extensión 2505)
www.cyii.es

Metro: Ríos Rosas (línea 1). Buses: 3, 37, 149, 12 y 45.



Horario:
- de martes a sábado: de 11:00 a 14:00 hh. y de 17:00 a 20:30 hh.
- domingos y festivos: de 11:00 a 14:00 hh.
- lunes: cerrado.
Visitas guiadas:
- sábados: de 12:00 a 14:00 hh. y de 18:00 a 20:00 hh.
- domingos: de 12:00 a 14:00 hh.

Cada exposición cuenta con su propio horario, por lo que con anterioridad conviene consultar éste.

La entrada es gratuita.




La Sala de Exposiciones del Canal de Isabel II es otra de esas edificaciones singulares de la capital, que los madrileños se empeñan en ignorar pese a lo curioso de su aprovechamiento presente. El interior de este altísimo depósito se destina desde hace años a alojar a algunas de las muestras fotográficas que organiza la Comunidad de Madrid.

Su programación es de cuatro exhibiciones por temporada, con una duración aproximada de dos meses cada una. Las convocatorias oscilan entre las colectivas de autores o temas y las expos de autores nacionales e internacionales de prestigio. Por fortuna, sus responsables no parecen demasiado condicionados por los dictados de la vanguardia artística y demuestran una sorprendente libertad y variedad a la hora de escoger sus temáticas o firmas. Combinan lo contemporáneo y audiovisual con la fotografía más popular o cercana, en un equilibro que merece nuestro reconocimiento de aficionados a la imagen fija.

El antiguo depósito de agua fue construido entre los años 1907 y 1911 por el ingeniero Diego Martín Montalvo y el arquitecto Ramón de Aguinaga. Es un edificio de carácter industrial, que destaca por su planta circular y la estructura de ladrillo de su exterior. Todavía conserva en alguno de sus rincones detalles logísticos de su antigua funcionalidad. En 1986 se efectuó su remodelación y definitivo acondicionamiento como punto de encuentro cultural.




El interior de lo que también podría ser un gigantesco silo está dividido en cuatro plantas de exposición, visibles entre sí gracias aun espacio central por el que discurren sus escaleras. Toda la estructura es de hierro y los peldaños no están cerrados, por lo que hay que tener cierto cuidado en que nuestros pequeños acompañantes no se desmanden.

Los vértigos y emociones son parte de la experiencia que supone ver una exposición de estas características junto a los niños, que desde luego van a disfrutar mucho más de la “aventurilla” si son un poco más mayores. La subida culmina con el acceso a la panza de una cúpula de hierro, como si de un platillo volante se tratara. Un último tramo de escaleras nos conduce hacia este decorado perfecto de una película de ciencia-ficción de los cincuenta, donde hay sobreabundancia de tonos plateados, luces bajas y una suerte de diminuto anfiteatro circular.


Los más sensibles a las alturas pueden recurrir a los ascensores, limitándose a recorrer sus pasillos contemplando las fotografías y evitando el giro hacia el vacío que queda a su espalda. Sí, suena exagerado, pero ya nos pasó cuando llevamos a los niños de muy chicos.

 

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