Parque Deportivo Puerta de Hierro (antiguo Parque Sindical) [Moncloa-Aravaca]

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Carretera de La Coruña, kilómetro 7.
91 - 376 86 80

Buses: 83 y 133.
Horario:- de 08:00 a 22:00 hh.
Instalación accesible. Campos de fútbol y golf, de rugby de hierba artificial; piscina infantil y de adultos; pistas polideportivas, de pádel y tenis; frontón, salas de musculación y skate. Otras instalaciones: oficinas de las federaciones madrileñas de rugby, pelota, pádel, piragüismo, golf y tiro con arco (en ambos casos Centro de tecnificación en ambos casos). Aula o sala de reuniones, bar, cafetería/restaurante, vestuarios, vestuario/kioscos y talleres.



Lo que siempre se llamó Parque Sindical ha sido durante años uno de nuestros lugares favoritos del ‘off-Madrid’, ese circuito no escrito de rincones de la capital que conservaban el encanto de tiempos pasados pero recientes. A mediados del siglo pasado, las piscinas del recinto deportivo se convirtieron en el llamado “charco del obrero”, una cita de fin de semana para el disfrute popular y bullicioso. Por entonces también permanecía abierta la llamada Playa de Madrid, un terreno adaptado al baño público que aprovechaba el curso del cercano río Manzanares.

Padres y abuelos hablan con nostalgia de los viajes en tranvía desde Moncloa a este enclave de la carretera de La Coruña, oculto a los ojos de los miles de conductores que diariamente se dirigen a las localidades de la Sierra. La instalación pertenece ahora a la Comunidad de Madrid y se hace llamar Parque Deportivo Puerta de Hierro. En los últimos años ha sufrido una transformación muy importante, que ha facilitado la rehabilitación de todo el entorno.

El uso de las instalaciones para la práctica de diferentes deportes ha condicionado el proceso de renovación del Parque Sindical. De hecho, se trata de una de las mejores infraestructuras de la provincia dedicadas al ejercicio físico. Numerosas disciplinas y modalidades cuentan con modernas dotaciones para la práctica individual o conjunta: natación en sus dos piscinas descubiertas, tenis y pádel en frontón y minifrontón, rugby sobre campo de hierba, escuela de golf, tiro con arco, gimnasio y multideporte de pelota en sus pabellones y pistas polideportivas.



Semejante despliegue se beneficia de un entorno natural único, que ha logrado sobrevivir al acoso del cemento -ya sea en forma de urbanización o carretera-. La modesta presencia del Manzanares vertebra un espacio verde que discurre en paralelo a la carretera que conduce al Palacio de la Zarzuela. Las orillas del río se divisan desde uno de los dos aparcamientos interiores, mientras al otro lado se suceden los edificios que un día dieron gloria histórica al lugar. Su arquitectura es la característica del Madrid de los 50, muy similar a la que podemos encontrar unos metros más arriba, en el Hipódromo de la Zarzuela.
Por desgracia, la Comunidad se empeñó en poner al día alguna de sus señas de identidad… y a fe que lo consiguió. Unas veces para bien -como en el asfaltado del puente que comunica ambos lados del Manzanares- y otras para mal -sustituyendo el viejo hangar de los tranvías por una aséptica oficina administrativa-. En realidad, la operación no era otra cosa que una nueva versión de eso que los anglosajones denominan “gentrificación”, esto es, la conversión de un espacio de deporte o consumo popular en un coto dirigido a esas élites sociales tan adictas al pádel y el golf.
La tipología del cliente del Parque Sindical ha ido pues experimentando una severa evolución, hasta el punto de sustituir los chándals del Decathlon por ropa de marca y carritos con palos de golf. Este nuevo tipo de usuario ha condicionado la mejora de su bar-restaurante, un auténtico privilegio de lugar cuando llega el buen tiempo y se abre su terraza al aire libre. Es aquí donde se celebran las meriendas de los cumpleaños infantiles, aprovechando además la cercanía de una de las zonas de columpios del Parque, situada justo detrás del establecimiento. Una gran torre con su escalera de caracol a la vista marca el punto exacto de la cita con el juego y el banquete.

Al pie mismo de esta suerte de club social abierto se habilitó hace unos años un pequeño paseo de tablones de madera, desde el que observar las riberas en todo su esplendor. La senda parte del puente mismo y recorre varios cientos de metros. Varios tramos de escaleras permiten interrumpir la ruta y volver a subir al paseo central, por el que se despliegan algunos de los edificios del Parque, ocupados hoy por federaciones deportivas locales o consagrados a utilidades concretas: aseos, vestuarios…

Por fortuna, aún quedan en pie algunas zonas de bancos y merenderos, con sus farolas retro y sus parasoles arquitectónicos similares a paradas de autobús. Este estilo desarrollista tan particular alcanza su punto culminante en un quiosco circular que permaneció abandonado durante años hasta su conversión en una cafetería que parece sacada de las cumbres de Saint Tropez. Desde su altura se contempla otro pequeño quiosco a modo de hermano pequeño, a cuya “isla” particular se accede mediante un puente de hierro que salva una seca hondonada.


No podemos evitar que este pequeño trozo de historia popular nos diga mucho más que el gigantesco complejo golfístico con el que la Comunidad amplió y cerró las instalaciones del Parque Deportivo Puerta de Hierro. Sí, el césped es bonito -aunque aquí nunca creció de forma natural-, pero las fuentes artificiales y los senderos artificiales que dan a los campos de entrenamiento parecen salidos de la peor Costa del Sol.
En este rendición sin condiciones al deporte clasista hay que enmarcar el último de los desatinos oficiales, que pretende tirar las pistas de patinaje sobre tabla para construir nuevos módulos acristalados donde emular a Nadal. Nos sumamos a la campaña de protesta.

 

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