C./
Manuel Alonso, s/n. El Pardo -a 14 kilómetros de Madrid-
91 - 376
15 00. Horario de información: de 10.30 a 17.00 hh., de lunes a
vierneswww.patrimonionacional.es
Autobús:
línea interurbana 601 (desde C./ Princesa, junto al intercambiador de Moncloa).
* Cómo
llegar:
- por la
M-30, tomando el desvío de El Pardo de la M-605 -carretera Madrid-El Pardo-.
Horario
del Palacio Real:
-
invierno (de octubre a marzo):
días
laborables, de 10:30 a 16:45 hh.; domingos y festivos: de 10:00 a 13:30 hh.
- verano
(de abril a septiembre):
días
laborables, de 10:30 a 17:45 hh.; domingos y festivos: de 09:30 a 13:30 hh.
Horario
de los Jardines de El Pardo:
-
invierno (de octubre a marzo):
días
laborables, de 10:30 a 17:45 hh.; domingos y festivos: de 10:00 a 14:30 hh.
- verano
(de abril a septiembre):
días
laborables, de 10:30 a 18:45 hh.; domingos y festivos: de 09:30 a 14:30 hh.
Horario
de los Jardines de la Casita del Príncipe:
-
invierno (de octubre a marzo):
días
laborables, de 10:30 a 17:45 hh.; domingos y festivos: de 09:55 a 14:25 hh.
- verano
(de abril a septiembre):
días
laborables, de 10:30 a 18:45 hh.; domingos y festivos: de 09:25 a 14:25 hh.
Horario
de los Jardines de la Quinta:
-
invierno (de octubre a marzo): de 07:00 a 19:00 hh.
- verano
(de abril a septiembre): de 07:00 a 20:00 hh.
Horario
de la Pradera de San Isidro:
- de
08:00 a 21:00 hh.
Entrada
al Palacio Real de El Pardo -visita guiada-:
- tarifa
básica: 4 euros; reducida: 2,70 euros; mínima: 2,30 euros.
Entrada
al Palacete de la Quinta -visita guiada-:
- tarifa
básica: 3,40 euros; reducida: 2,50 euros; mínima: 1,70 euros.
La
tarifa reducida se aplica exclusivamente a grupos de agencias de viaje. La
tarifa mínima se aplica a niños y jóvenes entre 5 y 16 años, mayores de 65
años, jubilados y pensionistas, minusválidos, miembros de familias numerosas,
estudiantes y titulares del Carnet joven europeo, entre otros colectivos.
La
entrada es gratuita de forma permanente para los menores de 5 años, así como
todos los miércoles del año y el 18 de mayo (Día Internacional de los Museos)
para el público en general -en ambos casos sólo para la visita libre-.
Cerrado
los días de Año Nuevo, 7 de enero, 1 (Fiesta del Trabajo) y 15 de mayo (San
Isidro), 9 de septiembre de 2008 (Santa María de la Cabeza) y 24, 25 (Navidad)
y 31 de diciembre. Ocasionalmente el edificio central, sus jardines y los
Jardines de la Casita del Príncipe cierran por el uso del Palacio Real como
residencia oficial.
El
horario será igual que el de los festivos en las siguientes fechas: 20 (Jueves
Santo) y 21 de marzo (Viernes Santo); 2 de mayo (Fiesta de la Comunidad), 25 de
julio (Santiago Apóstol), 15 de agosto (Asunción de la Virgen), 1 de noviembre
(Todos los Santos), y 6 (Constitución Española) y 8 de diciembre (Inmaculada
Concepción).
La
singularidad del Palacio del Pardo resulta indiscutible. Este primo lejano del
resto del Patrimonio Nacional de la Comunidad de Madrid se distingue del resto
de los grandes conjuntos monumentales españoles por una arquitectura muy
particular y una historia llena de vicisitudes que llega hasta el día de hoy.
El
palacio hereda en su trazado la estructura general del primitivo castillo sobre
el que se levanta. Es de planta cuadrangular y está rodeado por un foso.
Presenta torreones en las esquinas y el patio central, así como dos patios
laterales (denominados de los Austrias y de los Borbones), en la tradición de
los viejos alcázares españoles.
El
primero de los patios cubre las funciones de gran sala de espera para los
visitantes y en su momento sirvió para hacer oficial el compromiso de la
periodista Letizia Ortiz y el Príncipe Felipe de Borbón. Tanto este espacio
como su gemelo están cubiertos por una bóveda de cristal que permite su uso
para actos oficiales. El estilo renacentista adorna ambas zonas de
socialización del Palacio, al que se accede por una escalinata diseñada por
Francesco Sabatini.
Todas
las salas que siguen a continuación están comunicadas entre sí y se
caracterizan por una decoración saturada, muy del gusto de la época. No hay un
hueco en las paredes, que del suelo al techo están cubiertas por lienzos o
tapices. Destacan los segundos, ya que en el siglo XVIII la Real Fábrica de
Tapices plasmó generosamente en sus telas bocetos de autores como Bayeu,
Castillo y Goya -del genio se guardan cinco series-. La galería de cuadros y
obras pictóricas incluye firmas características del reinado de Felipe III,
comoCarducho y Cabrera, o las más relevantes y conocidas de la colección:
“Retrato de Isabel la Católica”, de Juan de Flandes, y “Retrato de Don Juan
José de Austria a caballo”, de José de Ribera.
Hay que
recordar que el palacio sufrió un importante incendio en 1604, durante el que
se quemaron muchas de las obras de valor que había comenzado a atesorar Felipe
II. Una de las supervivientes fue “Venus de El Pardo”, de Tiziano, que
actualmente se exhibe en el Museo del Louvre. La pérdida patrimonial fue
grande, y de aquella época apenas si destaca en el Palacio un techo pintado por
Gaspar Becerra. En cuanto al mobiliario, la mayor parte de las piezas
corresponden a los siglos XVIII y XIX, estas últimas en ese estilo Imperio que
tan recargado se nos antoja hoy.
La
visita se plantea pues como un recorrido artístico por uno más de los palacios
históricos de la Comunidadde Madrid, y como tal se desarrolla durante la
primera parte de la ruta guiada. Las emociones fuertes vienen a continuación,
cuando poco a poco se abandona el carácter palaciego de El Pardo para comenzar
un oscuro e inquietante viaje por lo que fue la residencia permanente del
militar golpista Francisco Franco. El anexo “franquista” del palacio difiere
tanto de su precedente monárquico que aturde por el contraste y hasta se diría
construido ex profeso para que el Caudillo se sintiera como el Rey que no era
ni dejó ser.
No deja
de resultar paradójico -por no decir otra cosa-, que la primera estancia
visitable esté presidida por la mesa de los consejos de ministros, y que tan
significado fetiche del tardofranquismo esté rodeado de alegorías pictóricas
sobre virtudes como la templanza, la sabiduría y otras nobles condiciones del
ser humano. Se trata del mismo lugar que hemos visto mil veces en esas fotografías
que muestran un anciano Franco con gafas negras presidiendo una reunión de
uniformes con medallas y señores vestidos de burócratas.
Así
pues, tras pasar frente a la mesa en la que se firmaban sentencias de muerte
llegamos al salón de los “consejillos”, una suerte de pequeño hall o vestíbulo
previo al conciliabulo descrito con anterioridad. Resulta imposible no imaginar
a los prohombres del Régimen preguntarse temerosos entre sí: “¿se lo dices tú
al Caudillo o ser lo digo yo?”.
Esta
intensa excursión por el pasado más reciente de España es una prueba constante
que pone la prueba la conciencia política del visitante. No es fácil permanecer
inmutable -en el sentido que sea- ante la visión del austero dormitorio del
militar. Es aquí donde se hace realidad algo que hasta ese momento teníamos por
una leyenda urbana: la devoción diaria que FF profesaba al brazo incorrupto de
Santa Teresa. Un reclinatorio refleja aún la tela gastada por la rutina diaria
del presunto estadista, que cada noche rezaba de rodillas ante la reliquia de
la mística abulense. Lo escribo ahora y aún me estremece, que no conmueve.
Una
puerta comunicaba la alcoba con la habitación de “Carmencita” -la hija de Doña
Carmen y Don Francisco- y un vigilante jurado muy majo con muchas ganas de hablar
nos cuenta que el matrimonio también disponía de una sauna particular. Lo que
sí permanece abierto al público es el baño, algo más moderno que el resto de
las estancias de este trasunto simbólico del austero Monasterio de El Escorial.
Los
guías insisten en señalar que todo lo que se ve se dejó tal y como estaba a la
muerte del General Franco. A estas alturas ya no sabe uno si esto es bueno o
malo, porque vamos de susto en susto. La tele de Franco, la radio de campaña
que le regaló Eisenhower, sus uniformes y condecoraciones militares, su
despacho de trabajo, la capilla en la que asistía a misa diaria, en fin… que
menos la famosa “lucecita de El Pardo” hemos visto todo lo que hace de este
lugar un santuario del pasado más rancio. Además, a ver quién y cómo explica a
los chicos que este señor era una especie de Zapatero que fue reelegido durante
35 años…
¿Franco
se divertía alguna vez? Pocos datos hay al respecto, salvo la risa que Carmen
Sevilla logró arrancarle durante una audiencia. Si alguna vez lo hizo
-relajarse me refiero- el acontecimiento debió ocurrir durante un pase privado
de “Gilda” en el precioso teatro-auditorio de este ala de El Pardo. Las butacas
y palcos ya fueron utilizados por Alfonso XIII. El auditorio adaptado es otro
de los entornos rehabilitados para la modernidad de lo que hoy en día es
residencia eventual de los monarcas y presidentes de gobierno que visitan a
Madrid en delegación oficial. Las comodidades han sido puestas al día, lo que
relaja un tanto la solemnidad y sobriedad del conjunto.
Salir a
los jardines después de sobrevivir a semejante “pasaje del terror” político es
un alivio para la vista y el alma. La parte externa del Palacio se distingue
por un acabado singular: zócalo de granito, muro de ladrillo, puertas y
ventanas enmarcadas con piedra labrada, y tejado de pizarra. Oficiales
flamencos y plomeros ingleses fueron los encargados por Felipe II de dotar a la
residencia de una originalidad sin competencia en su época.
La zona
ajardinada se revela menos impresionante de lo que siempre imaginaron los
españoles en su memoria colectiva. Su diseño es palaciego y aristócrata como el
que más, si bien queda reducida por el paseo central y algunos anexos meramente
ornamentales.