Avenida
de la Constitución, 23-25. MOSTOLES
91
- 276 02 13
www.madrid.org/centrodeartedosdemayo/
Bus:
L1, L2, 519, 520, 521, 525, 526 y 527. Metrosur: Móstoles Centro y Pradillo.
Renfe: Móstoles (C5).
Horarios:
-
martes a domingo: de 11:00 a 19.00 hh.
Cerrado
los lunes y festivos locales, además de los respectivos de la Comunidad de
Madrid.
Horario
especial de Navidad: 24 y 31 de diciembre, y 5 de enero, de 11:00 a 15:00 hh.
La
entrada es gratuita, al igual que todas sus actividades públicas. La entidad
depende de la Consejería de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid. Área
wi-fi en sus instalaciones.
Las
exposiciones del Centro se acompañan siempre de un taller didáctico para niños,
con opción personalizada para familias y colegios. También durante la Navidad
hay programación de talleres infantiles para padres, madres e hijos/as. Aforo
limitado por orden de inscripción.
La
Comunidad de Madrid sorprendió a propios y extraños cuando decidió alojar su
nuevo centro de arte contemporáneo en una localidad del sur de la región,
Móstoles, con poca o nula tradición en la vanguardia artística. La decisión fue
sin embargo acertada desde el punto de vista de la equidad territorial, ya que
de esa forma se compensaba en parte el tradicional ninguneo de la capital
respecto a grandes ciudades del extrarradio madrileño como Alcorcón,
Fuenlabrada, Getafe o Leganés.
Reparada
en parte esta desigualdad de trato, Móstoles se muestra ahora orgullosa de este
foco de atención para el circuito del turismo cultural. Su programación de
actividades y exposiciones lleva hasta sus calles a gentes de distinto origen,
que jamás habrían conocido la localidad de no ser por este punto de encuentro
de público y artistas.
Por
desgracia, llegar hasta su localización exacta supone un engorro logístico de
mucho cuidado. Ya es de por sí difícil manejarse en el sur de la Comunidad
entre tanta rotonda y vía de circunvalación, pero peor aún resulta dar vueltas
en torno a un casco histórico que no parecen dominar ni los propios vecinos
mostoleños.
Quien
algo quiere algo le cuesta, y por fin encontramos un moderno edificio de
estrecha silueta y altísima construcción, cuyas cinco plantas culminan con la
habitual terraza que corona este tipo de centros culturales de última
generación. Su interior está concebido como un entorno polifuncional, adaptable
a la naturaleza de las distintas muestras artísticas gracias a su amplio
abanico de soluciones lumínicas y de espacio.
Pasillos
y salas se confunden en un mismo recinto, comunicadas por pasarelas y
vestíbulos sin puertas ni barreras. Algunas de las invenciones arquitectónicas
son tan curiosas como la plataforma circular, que se sustenta sobre el vacío
gracias a unos cables metálicos asidos al techo. Los accesos pueden hacerse de
manera indistinta por ascensor o escaleras.
Las
convocatorias se anuncian sobre un muro-pizarra en la recepción de la planta
baja, donde además se encuentran el salón de actos, la cafetería, los aseos y
la taquilla. Las exposiciones aprovechan parte de este primer nivel y la
totalidad de los tres siguientes, por lo que a veces cuesta distinguir dónde
empieza y dónde acaba cada una de las ofertas culturales del mes. La cuarta
planta queda para la citada terraza, una mediateca, la dirección y un nuevo
servicio de aseos. El rito “terracero” tiene su meta en el anfiteatro de
escaleras, desde el que se observa un panorama de tejados tan poco atractivo
como consustancial a la esencia de la ciudad.
Nuestra
excusa para conocer el Centro de Arte Dos de Mayo fue la retrospectiva o
antológica sobre la obra del grupo musical Sonic Youth. El tema nos interesaba
como posible acercamiento del mundo infantil al mundo del rock, pero la verdad
es que todo lo referido al grupo neoyorkino es siempre tan 'artie' y personal,
que nuestros hijos apenas si disfrutaron de un sólo motivo: la selección de
guitarras y memorabilia de la banda de Lee Renaldo.
Para
colmo, la vigilancia de este museo de arte contemporáneo abierto y cambiante se
aplicó a fondo sobre los ingenuos acercamientos de los niños a las
‘performances’ escultóricas creadas por los músicos y sus artistas afines. Son
esas cosas que nos hacen odiar (cordialmente) las pedanterías y excesos de ese
arte de vanguardia que tanto les gusta promocionar a los políticos locales y/o
regionales. Esta vez se lo pasamos por alto, porque gracias a expos como la de
Sonic Youth el rock gana reconocimiento como el movimiento cultural que siempre
ha sido y será.