Carretera
de Extremadura (N-V), kilómetro 10,500 (dirección Madrid). Distrito: Latina.
91
- 509 16 90www.museodelaire.com
Autobuses:
líneas de la empresa Blas que cubren el recorrido entre
Madrid-Alcorcón-Móstoles, con salida desde la Glorieta de San Vicente (Estación
de Príncipe Pío) y parada frente al propio Museo y a la Escuela de Técnicas de
Mando, Control y Telecomunicaciones. Estación de Metro y RENFE más cercana:
Cuatro Vientos.
Visitas
colectivas guiadas: previa petición de autorización por carta o fax. Se
recomienda anticipar las peticiones por teléfono de lunes a viernes.
Cómo
llegar:
Siguiendo
la carretera de Extremadura (N-V), efectuar un cambio de sentido en el
kilómetro 11 (salida Alcorcón-San José de Valderas-San Martín de Valdeiglesias)
y tomar la incorporación en sentido contrario.
Horario:
-
de martes a domingo: de 10:00 a 14:00 hh. (horario de cafetería: de 10:00 a
13:30 hh.).
Cerrado
los lunes y días festivos de Año Nuevo, Jueves y Viernes Santo, y 10 (Patrona
de la Aviación) y 25 de diciembre.
La
entrada es gratuita.
Existe
la posibilidad de concertar visitas colectivas previa solicitud por escrito.
Éstas se realizaran de martes a viernes, salvo que se trate de grupos
procedentes de fuera de la Comunidad de Madrid. En tal caso las visitas tendrán
lugar los sábados.
Poco
hay de convencional en este Museo, también conocido como Museo de Aeronáutica y
Astronáutica del Ejército del Aire. Para empezar, su ubicación le aleja del
centro urbano de Madrid, lo que condiciona su visita al uso del automóvil o la
línea de autobús que indicamos en la ficha técnica. La necesidad de un amplio
espacio, parte de él abierto, es fundamental para la exhibición de sus
aeronáuticos fondos. Forma parte del Aeródromo de Cuatro Vientos, aunque poco
tiene que ver con el club social donde se realizan las exhibiciones aéreas.
Los
modelos de mayor tamañocomparten sitio en los jardines
El
hidroavión, preparadopara un imposible despegue
Dentro
del Museo existen dos partes claramente diferenciadas: una exterior donde se
ubican los 43 modelos de aviones y transportes aéreos más significativos de
nuestra historia, y varios hangares en los que se guardan todo tipo de reclamos
con el vuelo como protagonista. La más espectacular es la primera, ya que pocas
o nulas veces existe la posibilidad de contemplar tan de cerca los gigantescos
modelos civiles y militares que han escrito la historia de la aviación
española.
No
es posible visitarlos en su interior, pero sí observarlos en un ambiente
agradable que gana cuando el clima es propicio. El jardín está dividido en
isletas donde se exponen las piezas: aviones ligeros, helicópteros,
hidroaviones, reactores, etc. Para completar esta panorámica, recomendamos
dedicar otro día al vecino Museo Fundación Infante de Orleans, donde cada
primer domingo de mes se realizan exhibiciones aéreas.
Los
aeroplanos se agrupan
según
su contexto histórico
Helicópteros
y autogirosocupan todo un hangar
El
primero de los hangares está dedicado a la aeroestación y la historia
cronológica de los primeros artefactos que surcaron los cielos españoles. Su
organización es modélica y parece el dormitorio de un gigante aficionado a la
aviación. Los aeroplanos más antiguos cuelgan de los techos y por todas partes
hay retratos de pilotos militares al estilo del mítico Barón Rojo. También
encontramos banderas y estandartes de las unidades aéreas que protagonizaron
las grandes gestas (como por ejemplo los vuelos transoceánicos sin paradas) y
por desgracia también las grandes guerras -incluida la nuestra-.
En
el segundo de los hangares la diversidad de objetos es enorme. Por poner dos
ejemplos, se exhiben colecciones de maquetas y miniaturas de aeródromos y
aviones, así como una selección de los enormes motores que ponían en marcha los
modelos reales. En otras ocasiones llamarán más nuestra atención los
instrumentos de navegación, las cartas y simuladores de vuelo, los uniformes
militares o los efectos personales de los aviadores. En este hangar continúa la
exposición de los aviones históricos. Muchos de los prototipos están
seccionados, de tal forma que el visitante puede ver muy de cerca los
entresijos de, sin ir más lejos, una cabina de piloto. Otros modelos se
presentan desentelados, esto es, con su armazón interior al descubierto.
El
tercero de los hangares aloja los aviones de menor tamaño, empleados en su
momento para misiones bélicas de pura logística o que servían para que los futuros
pilotos se fueran soltando. Muchos de ellos corresponden a la década de los 30
y se acompañan de las primeras muestras de una incipiente industria española de
la aeronáutica. Las paredes están repletas de hélices, mientras que los techos
se adornan con la suspensión de planeadores de todo tipo.
El
cuarto hangar es uno de los favoritos de los niños. Sus instalaciones alojan
una exposición monográfica sobre el autogiro y las aeronaves de alas
giratorias. El recorrido histórico parte del autogiro y llega hasta el
helicóptero, con un nuevo anexo para el instrumental técnico de los aviones.
Existe
un quinto hangar en el que se desarrollan tres conceptos más: aviación general,
veleros y vehículos. No deja de ser un complemento de los anteriores, pero refleja
bien la riqueza de fondos de este Museo donde se hace obligada una segunda y
más serena visita.
Equipos
y uniformes, sobremaniquíes de tamaño real
En
este Museo hay que mirar
tanto
hacia arriba como abajo
Ahora
vamos con los “peros”. Para quienes no se entusiasman con las hazañas bélicas,
el Museo de la Aviación puede ser un trago un tanto duro. Nada más entrar hay
muestras muy evidentes del carácter militar de esta entidad, con una
desconcertante exposición de proyectiles e incluso algún recuerdo a pilotos de
combate muy concretos. Muchos de los contenidos históricos que se desarrollan
en sus salas corresponderían en realidad al Museo del Ejército. Falta una
definición clara, y más si consideramos que el nombre oficial del Museo es el
de "Aeronáutica y Astronáutica".
Llama
la atención el afán por vincular la naturaleza de la aviación a su presencia en
las contiendas propias y ajenas que castigaron el pasado siglo. Hay muchas
reminiscencias del extinto Ministerio del Aire. Este carácter seudocastrense
parece haberse contagiado a los vigilantes del Museo, que hacen su trabajo con
una rigurosidad tan marcial que roza la intimidación.
Pero
bueno, si recomendamos este Museo es por sus virtudes, que las tiene y muchas.
Para empezar, existe una cafetería que se convierte en terraza con la llegada
del buen tiempo. Allí podemos tomar algo mientras los niños “analizan” a su
manera la tienda de recuerdos contigua.